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Internacionales
Historia de un fraude electrónico
La revista Vanity Fair, en un amplio reportaje sobre las votaciones en varios estados de Estados Unidos, pone en tela de juicio el uso de las máquinas de votación de pantalla sensible, la vulnerabilidad de los sistemas de seguridad y cómo es posible alterar resultados de comicios con personal especializado en alta tecnología.
Versión: Violeta Linares
La primera elección en Florida del año 2004 fue pequeña, casi mínima. Siete republicanos competían para llenar la vacante dejada por Connie Mack IV, quien había renunciado como representante ante el estado de los condados de Broward y Palm Beach por un escaño en el congreso de Estados Unidos. Todo parecía desarrollarse normalmente, salvo que, de los 10 mil residentes de Broward que firmaron en las mesas de votación, 134 aparantemente no habían votado.
Esto era extraño. En una votación para decidir varios puestos, los electores podrían saltarse uno u otro ¿Pero por qué ir a un centro de votación donde sólo se estaba considerando un cargo, firmar, y luego no votar? Para el candidato con mayores probabilidades de ganar esta fue una cuestión más que académica: perdió por apenas 12 votos. Un vocero de Election Systems & Software, el fabricante con sede en Nebraska de las nuevas máquinas de votación electrónica de estos condados, declaró: "No creemos en absoluto" que las máquinas no hayan registrado los votos. Quizá 134 demócratas se registraron y luego se dieron cuenta de que todo el asunto era entre republicanos y salieron del proceso.
Tal vez ¿Pero quién puede asegurarlo? En el estado que le dio al mundo una amarga lección electoral, aquí estaban máquinas de votación electrónicas que no dejaban ningún rastro de papel en absoluto. Quizá esta vez el software había funcionado bien, quizá no. No había manera de asegurarlo, ni compuertas traseras que abrir y ninguna manera de hacer un reconteo.
Los residentes de Broward y Palm Beach había aprendido una sombría lección que acechaba a todas las comunidades del mundo. La nueva generación de máquinas destinadas a salvarlos de una repetición de la debacle de Florida en 2000 es una caja misteriosa, una caja negra, tal como la llaman sus críticos. Las máquinas de votación electrónicas fabricadas por cuatro compañías se basan en una tecnología inmadura y tienen poca seguridad, de acuerdo con informes publicados. Y sin embargo, el 2 de noviembre de 2004, estas compañías, tres de las cuales tienen nexos con acaudalados republicanos, colocarán sus máquinas en casi todos los estados de la unión y contarán votos en las elecciones presidenciales.
Esta es una historia de buenas intenciones que terminó mal, de un congreso que, engañado, pensó que las máquinas estaban listas cuando no lo estaban, de funcionarios electorales de un condado y de un estado ablandados con cenas opulentas para que escogieran un tipo de máquinas y descartaran otras, de funcionarios que posteriormente fueron inducidos a aceptar cargos en las compañías fabricantes de las máquinas. Y, como la mayoría de las historia estadounidenses, una historia sobre mucho dinero. Los estados recibieron 3,9 millardos de dólares para que compraran las máquinas y para que cerraran el trato rápidamente.
Abuela Intensa
Durante más de una década, un grupo de valientes empresarios trataron de reparar los sistemas de votación electrónica con registro directo (DRE en inglés) de las máquinas de pantalla sensible, las cuales podían reemplazar varios sistemas de votación en papel y las engorrosas máquinas de palanca. Unos cuantos DRE de pantalla digital incluso se habían utilizado en elecciones locales.
De la noche a la mañana, el caos de las elecciones de 2000 los convirtió en artículos de alta demanda. Reformadores y empresarios lanzaron el futuro de elecciones libres de errores, electrónicamente perfectas y sobre la base de su promesa se aprobó las Ley Ayuden a Votar a Estados Unidos, mejor conocida por sus siglas en inglés HAVA (Help America Vote Act), el 29 de octubre de 2002, con su brillante visión de una máquina de votación electrónica en cada centro de votación. Las dudas de un puñado de expertos en ciencias de la computación que desde sus torres de marfil advertían que la visión podía ser un espejismo fueron totalmente ignoradas. Lo que los científicos necesitaban era un cruzado que pudiera traducir sus complicadas preocupaciones sobre el software en bites sonoros. Casi al mismo tiempo de la aprobación de la HAVA, consiguieron ese cruzado, pero sus rasgos eran poco característicos: una escritora free-lance de 52 años de edad, editora de literatura y abuela de Seattle llamada Bev Harris.
Harris mataba el tiempo navegando en la Internet durante el receso de un almuerzo cuando se topó con un artículo de Lynn Landes, una reportera investigadora free-lance. Los hallazgos de Landes sobre los DRE era alarmantes., aunque estaban llenos de conexiones misteriosas y teorías de conspiración, quizá la razón por la cual ningún medio impreso las había tomado en serio. "Cuando se trata de elecciones en Estados Unidos, asuman que los maleantes están a cargo y luego actúen en consecuencia", advertía Landes.
Intrigada, Harris comenzó a escrutar la cobertura de las elecciones en Estados Unidos en las que se había utilizado los DRE. Identificó un patrón perturbador victorias inesperadas entre los Republicanos, así como casos en los cuales algunas marcas de máquinas habían fallado. Siempre se observaron conteos inexactos, pero la mayoría de los DRE no dejaron ningún rastro auditable que permitieran enmendarlos. En las elecciones a mitad del mandato presidencial de noviembre de 2002, el problema parecía expandirse.
Para Harris, las contiendas por puestos claves en el senado eran las más sospechosas. En Georgia, el estado que en el otoño de 2002 se convirtió en el primero en reemplazar todas sus máquinas de votación por sistemas DRE, una encuesta de medición publicada en el Atlanta Journal Constitution colocó a Max Cleland, el demócrata en el cargo, cinco puntos por encima de su retador republicano Saxby Chambliss, dos días antes de la elección. Sin embargo, Chambliss ganó por 7%, lo que implicaba un cambio de 12 puntos en 48 horas. En Minnesota, el demócrata Walter Mondale también punteaba en dos de las tres encuestas el día de las elecciones de 2002, aparentemente empujado por la herencia del margen que le dejó Paul Wellstone luego de su fatal accidente aéreo. Sin embargo, en un estado donde muchos electores fueron contados por sistemas de escaneo óptico, el otro tipo de máquina de votación electrónica predominante las cuales leen las boletas y las graban en un formato electrónico, el republicano Norm Coleman ganó por 3%. En Colorado, donde los DRE habían tenido una profunda penetración, se consideraba que el republicano Wayne Allard, quien ocupaba el cargo disputado, estaba cabeza a cabeza con el demócrata Tom Strickland, y sin embargo ganó por un margen de 5%. Con estos resultados la mayoría del senado había cambiado sus pronósticos de un partido al otro, desplazando a todos los presidentes del comité, con su poder para fijar la agenda política de la nación, en las manos de los republicanos.
Instrucciones On-line
"Hace un año, me encontraba en mi sótano pensando ¿Qué es lo que estoy observando aquí?", recuerda Harris. "Era realmente abrumador". Harris era menos propensa que Landes a las teorías de conspiración. Después de todo, '¿cuántos conspiradores harían falta para manipular una elección con sistemas DRE? Seguramente más de los que se pondría mantener en secreto. No obstante, Harris percibía que algo olía muy mal. Analizó con mayor detenimiento la contienda Cleland en Georgia. Dado que ningún periódico estaba dispuesto a publicar sus hallazgos, los colocó en su propio sitio Web. Expertos en ciencias de la computación quienes nunca antes habían sido escuchados comenzaron a reunirse para explicar cómo funcionaban los DRE de Diebold Election Systems y cómo podían manipularse. Pronto, Harris tuvo más que audiencia en línea: ahora tenía un movimiento civil.
Al principio, Harris realizó investigaciones en línea sobre Diebold y no encontró nada de gran interés. Pero sabía que, un año antes, Diebold había adquirido Global Election Systems (G.E.S). Cuando hizo una búsqueda en Google por "gesn", accesó un sitio Web. En él encontró un link FTP (File Transfer Protocol, un sistema guía para compartir información en la Internet) el cual la llevó a un hallazgo sorprendente: un conjunto de archivos de programa utilizados por Diebold para hacer que sus máquinas hagan lo que hacen. También notó algo muy extraño: una de las carpetas estaba rotulada como "robgeorgia".
"¿Qué haría usted si supiera que el estado de Georgia ha hecho un pedido de 54 millones de dólares para obtener 22 mil nuevas máquinas de votación, la mayor compra de máquinas electorales que se haya hecho jamás; que esas máquinas han sido instaladas justo antes de una elección y, luego, encuentra una carpeta llamada "robgeorgia", la abre y encuentra allí instrucciones para reemplazar archivos en el nuevo sistema de votación de Georgia por algo desconocido?", señala Harris recordando su propia experiencia en su libro Black Box Voting: Ballot-Tampering in the 21st Century (recientemente publicado por su propia imprenta y en línea en su sitio Web, blackboxvoting.org). Harris vaciló, luego bajó los archivos de programa, los quemó en siete CD, colocó los CD en una caja de seguridad y comenzó a leer. En el lanzamiento de ventas para el estado de Georgia, Diebold declaró que sus máquinas Accu-Vote-TS estaban diseñadas no sólo para ser exactas, sino también seguras. Su rastro auditable registraría "cualquier intento de crear, accesar, o eliminar información". En otras ocasión, Diebold explicó que los laboratorios independientes Wyle Laboratories Inc. y Ciber Inc., probarían las máquinas y garantizarían que estuvieran acordes con los altos estándares federales. Las máquinas además serían rigurosamente probadas por Diebold.
Ninguna de estas afirmaciones resultó ser totalmente cierta.
Desde el sitio FTP, Harris supo que las máquinas de Diebold colocadas en los centros de votación podían ser accesadas con una "tarjeta inteligente de supervisor". Era increíble que cada una de estas tarjetas tuviera el mismo password -"1111"- precodificado en el sistema. Era concebible que cualquier persona con una de estas tarjetas pudiera manipular los conteos de votos, o simplemente paralizar la elección cuando lo decidiera. Mico Hypponen, el finlandés cazador de virus de F-Secure recientemente entrevistado por Vanity Fair (enero 2004), se hizo eco de las advertencias del grupo de expertos en ciencias de la computación que Harris consultó en línea: "¿Qué estaban pensando?".
Peor aún, recuerda Harris, algunas de las máquinas que Diebold había colocado en los centros de votación estaban configuradas para transmitir sus datos a un servidor central por la vía de un módem inalámbrico. Esto, de acuerdo con Hypponen, "podía hacer que la elección fuese potencialmente pirateable, o interrumpible, desde China, por ejemplo". Las máquinas a ser utilizadas en Georgia transmitieron sus resultados a través de un módem alámbrico, lo cual es mejor, pero está lejos de ser a prueba de hackers. Los totales también podían bajarse de las máquinas a un cartucho y ser trasladados físicamente al servidor central. Pero ese era el cartucho que podía contener resultados adulterados por una tarjeta inteligente de supervisor. Más perturbador aún, el servidor central, a donde se enviaban los resultados de los centros de votación, empleaban un motor de base de datos utilizado por Microsoft Access. La simple mención de esto hizo que los expertos sacudieran negativamente sus cabezas. "Microsoft Access es grandioso para manejar registros electrónicos de algo que de otra forma sería muy difícil de manejar en papel", señala Taylor Bodman, un socio en el banco de inversiones Brown Brothers Arriman. "Pero no se guardan aplicaciones delicadas en él. Es demasiado básico y fácilmente pirateable".
Harris pensó que en el servidor central de AccuVote, un supervisor vería los votos entrando en su pantalla mediante un programa llamado GEMS. Pero detrás del programa, como una segunda fila de libros, estaba el motor de base de datos usable mediante Microsoft Access, donde los totales de los votos se guardaban. Con un par de clics sobre el ratón, Harris pudo entrar con Microsoft Access, como si se tratara de una puerta trasera, y cambiar los totales de votos, además borrar cualquier "rastro auditable" de sus acciones. El supervisor frente a su pantalla en GEMS vería el nuevo total y no tendría idea de que había sido adulterado por un hacker.
También le pareció muy extraño que otra función le permitiera a cualquiera con acceso al servidor central GEMS crear votos negativos. Harris se preguntaba por qué y cómo era posible que una máquina de votación electrónica pudiera crear votos negativos. Posteriormente, el vocero de Diebold, David Bear, respondería su pregunta: "Sí, es posible introducir votos negativos en GEMS. Si una autoridad electoral determina que tiene la necesidad de introducir votos negativos, le corresponde a ellos determinarlo, y no creemos que el sistema debería evitar que lo hagan".
Bear también trató otros temas. El password pregrabado había sido concebido como una forma de evitar confusión en los centros de votación, explicó. Utilizar una tarjeta inteligente para manipular los resultados de la elección era una escenario no realista porque los trabajadores electorales y funcionarios estarían vigilantes. Indicó que en ese momento ninguna máquina Diebold estaba configurada para transmitir votos a través de módems inalámbricos y agregó que la historia de Harris, según la cual era posible piratear el servidor central en GEMS, no era pertinente porque con los archivos de programas Harris tuvo "derechos totales de administrador" que ningún hacker tendría durante una elección. Dado que la computadora donde está alojado el GEMS está guardada en un lugar seguro y para entrar a ese servidor el usuario debe tener un nombre de usuario y un password válidos, sólo personal autorizado podría instalar y/o entrar a Access". Pero tal como más de un especialista en computación replicaría, ¿qué pasaría si el personal autorizado fuese el problema.
De acuerdo con Harris, este parece ser el sistema que Diebold había enviado a Wyle y Ciber. Los dos laboratorios habían acordado cumplir con los estándares, eso es cierto, pero estos estándares databan de 1990, el equivalente a la Edad de Piedra para la tecnología DRE. Y fue así como la historia de Georgia desenterró una más grande: la penosa falta de supervisión reguladora federal sobre máquinas que realizarían la función pública más importante en Estados Unidos.
"Esta es la razón por la que el público no les cree", refunfuña Doug Lewis, presidente del Election Center, refiriéndose al esfuerzo de 19 años para establecer estándares serios para las máquinas de votación. "Todo comenzó en un vacío". Lewis explica que a mediados de la década de los años 80, los estados querían que se establecieran estándares y solicitaron su elaboración a la FEC (Comisión de Elección Federal). Por su parte, la FEC trató de despertar el interés del congreso. "Y el Congreso no tuvo interés alguno y ahora nos culpan a nosotros de eso".
Sin dinero ni asesoría del Congreso, el trabajo recayó en la NASED (Asociación Nacional de Directores Electorales Estadales), la cual a su vez permitió que Lewis aprovechara algunos contactos, en Houston, Texas, desde Election Center. Esta organización sin fines de lucro tiene como función "fomentar, preservar y mejorar la democracia" trabajando con funcionarios del estado en temas electorales. Lewis colaboró con Bob Naegele, un ingeniero aeroespacial en California, quien ya había hecho algunas reflexiones sobre los estándares. Los fabricantes también habían hecho su propia reflexión. Los estándares no serían federales, porque el gobierno federal no estaba en capacidad de hacerlos cumplir. Sólo serían nacionales en términos pro forma, porque los estados podían decidir adoptarlos o no.
Pero serían un comienzo. Luego, Naegele conversó con Wyle Laboratories, el cual suele probar tecnología aeroespacial en Huntsville, Alabama, para que fuese el laboratorio certificador. Wyle probaría cada tipo de sistema de máquinas de votación para ver si cumplían con esos estándares previamente consentidos por los distribuidores. Wyle procedió a trabajar tanto con el hardware como con el software, hasta que el software se hizo demasiado costoso para el laboratorio. En este punto, el programador de Huntsville, Shawn Southworth, asumió la certificación del software y fue así exactamente como el sistema de Diebold llegó a Georgia.
"Hicimos nuestros mejores esfuerzos con lo que teníamos", señala el ofendido Tom Wilkey, quien como director de la Junta Electoral del Estado de Nueva York participó en la elaboración de los estándares. "Este programa se elaboró sin dinero de ninguna parte y tuvimos que depender de los distribuidores. Los distribuidores tuvieron que gastar mucho dinero para que sus sistemas fueran probados por los laboratorios".
Bev Harris señala que eso fue todo lo que pudo conocer sobre el proceso de calificación. El proceso fue secreto, porque los sistemas eran secretos. Harris señala que Doug Lewis, luego de una o dos conversaciones telefónicas triviales, colgó. Wyle refirió todas sus preguntas a Election Center, es decir a Doug Lewis. Lo mismo hizo Ciber, donde trabajaba Southworth. En cuanto a Southworth, nunca respondió ninguna llamada. Harris intentó entender su personalidad navegando en la Internet, donde algunos sitios mostraban fotografías de él como un motociclista entusiasta y en su oficina vestido con una estrecha franela de polo. Sin duda, era un gran personaje y un excelente programador, sin mencionar sus talentos como ciclista. Pero en este caso era el programador principal responsable de la certificación del software de todos los sistemas de votación electrónica de Estados Unidos. ¿Y si una persona en una posición como la de Southworth se viera en la imperiosa necesidad de conseguir dinero?, se preguntaba Harris. ¿Qué tan fácil sería para alguno de los distribuidores ejercer influencia en el trabajo del programador jefe? ¿Era significativo o no que Ciber le hubiese dado 23 mil dólares en 2000 al Comité Nacional Republicano y 23 mil dólares en 2001 al Comité de la Victoria por Wayne Allard?
¿En todo caso, qué clase de proceso era este? ¿Por qué era tan confidencial?
En el verano de 2002, las primeras máquinas DRE de Diebold llegaron a un almacén de la compañía en Georgia. Los técnicos comenzaron a inicializar las máquinas, las certificadas por Wyle y Ciber y probadas por Diebold. Pero mucho de lo que no se dice depende de quien cuenta la historia.
"Cuando comenzamos a hacer las pruebas de aceptación, empezamos a experimentar algunos congelamiento de pantalla", reconoce el Dr. Brit Williams, profesor emérito de ciencias de la computación en la Universidad Estadal Kennesae de Georgia, quien estaba actuando como evaluador del estado de las máquinas Diebold en este experimento trascendental. "No observamos demasiadas fallas ... tal vez 3 1/2 en total. Estas eran principalmente mecánicas ... la impresora no funcionaba, o el puerto serial no funcionaba; cosas como esas .... Así, Diebold nos abordó para decirnos que habían creado un parche para el sistema operativo diseñado con Microsoft y nos preguntaron si estaríamos dispuestos a instalarlo".
En el sentido más estricto de la palabra, el parche debía ser aprobado por Wyle y Ciber antes de que se utilizara. Pero eso habría tomado meses. "En ese punto, lo vimos internamente", señala Williams. "Somos una departamento de ciencias de la computación y tenemos la misma capacidad que tienen Wyle y Ciber ... de modo que instalamos el parche y resolvimos el problema. Como resultado, todas las máquinas funcionaron".
Williams es un sureño agraciado, de buen verbo, quien irradia integridad. Pero es posible que no haya estado al tanto de todo lo que estaba pasando. "El archivo "robgeorgia" contenía 3 mil 700 archivos de instrucciones para reemplazar archivos que estaban en las máquinas", señala Harris. "Esto era sólo un parche, Pero hubo siete parches más". Según Harris, al menos dos eran parches para el servidor central GEMS. Incluso un solo parche podía contener cambios fundamentales, para bien o para mal, sobre el sistema. Luego de que Harris colocó los archivos de Diebold en su sitio Web en febrero de 2003, el vocero de Diebold Joseph Richardson negó que la compañía hubiese colocado algún parche en sus 22 mil máquinas de Georgia. "Hemos analizado esa situación y no tenemos indicios de que eso esté ocurriendo en absoluto", declaró Richardson a Farhad Manjoo de Salon, uno de los pocos reporteros que siguió la historia en esa época. En cuanto al sitio FTP, indicó Richardson, contenía "materiales viejos y obsoletos".
Harris no tenía forma de comprobar, en esa época, si eso era cierto. Pero todo cambió en septiembre de 2003, cuando alguien le filtró 13 mil memos y mensajes electrónicos internos de Diebold. "Comencé a leer los memos y no salí ni a tomar aire en 48 horas", señala Harris. Aunque aún no sabe quién se los envió, siente que su legitimidad está más allá de toda duda y observa que Diebold nunca ha cuestionado sus contenidos. Los memos, cree Harris, sugerían que programadores de Diebold había trabajado frenéticamente todo el verano y otoño de 2002 para resolver problemas con las máquinas de Georgia. También parecían dejar claro que el sitio FTP había sido utilizado durante todo ese tiempo, colocando en él numerosas instrucciones y cambios de software para que pudieran ser bajadas desde allí por los técnicos en Georgia. Si la interpretación de Harris era correcta, esta era una brecha de seguridad sorprendente. "La existencia del sitio FTP es sencillamente increíble", señala Mico Hypponen de F-Secure. En un hallazgo aún más condenatorio, los memoranda parecían revelar que un director ingeniero de Diebold sabía desde hacía mucho sobre las fallas de seguridad que Harris y su banda en línea habían identificado en los programas FTP.
En un memo, el ingeniero llamado Ken Clark reconoció sin ningún problema ante un colega que cualquiera podía entrar al servidor central a través de Microsoft Access, hacer cambios y luego borrar su rastros de la bitácora de auditoría. Clark agregó: "Jane (creo que fue Jane) hizo un trabajo fantástico, una excelente finta en el archivo mdb en Gaston recientemente. Sé que nuestros dealers lo hacen. El Condado de King es famoso por esto. Por ello nunca antes le pusimos un password al archivo".
Allí estaba un ingeniero de Diebold admitiendo que el sistema no era seguro. Sin mencionar que incitaba al destinatario de su memo a ocultarle la información a los laboratorios. (No tenemos otra versión [de esa historia]", señala David Bear de Diebold, cuando se le preguntó sobre el memo de Clark. "No sé específicamente lo que [Clark] quiere decir"). ¿Quién era Jane? ¿Y qué significaba que el condado de King era famoso por eso? ¿Acaso quería decir que la puerta trasera a través de Microsoft Access podía utilizarse para manipular los totales de los votos? Harris comenzó a preguntarse quién estaba a cargo en Diebold y cuáles eran sus agendas políticas.
Diebold Election Systems es una división de la corporación multimillonaria Diebold, un fabricante de sistemas de seguridad físicos y electrónicos de ATM con sede en Ohio. El presidente de Diebold Inc. y CEO, Walden O'Dell, es uno de los "pioneros" de Bush, quien recaudó al menos 100 mil dólares para su campaña de reelección. El 30 de junio de 2003, ayudó a organizar una fiesta de recolección de fondos que logró un total de 600 mil dólares y contó con la asistencia del vicepresidente Dick Cheney. A mediados de agosto, envió su ahora infame carta a los republicanos de Ohio para recaudar más dinero para el Partido Republicano, haciendo su juramento de "ayudar a Ohio a entregar sus votos electorales al presidente el año entrante". O'Dell desde entonces ha manifestado su decepción porque alguien pudiera pensar que sus políticas personales afectarían el negocio de Diebold Elección Systems, mucho menos la forma en que sus máquinas cuentan votos. Pero en Diebold, las políticas son corporativas, no sólo personales. En 2001 y 2002, lo últimos años cuyas cifras están disponibles, Diebold Inc. donó casi 100 mil dólares en contribuciones al Comité Nacional Republicano y cero dólares a los Demócratas. También, uno de los directores de Diebold, W.R. Timken Jr., había recaudado 200 mil dólares para la campaña de reelección de Bush. De acuerdo con The New York Times, otros 11 ejecutivos de Diebold habían agregado un total de 22 mil dólares a esa cifra.
Nada de esto importaría, sugiere la experta en ciencias de la computación de Harvard, Rebecca Mercuri, si el software de Diebold para sus máquinas de votación estuviera abierto al escrutinio público. Pero no es así. Es un secreto comercial propietario, así como los de sus rivales principales. Razón por la cual el proceso de certificación también es secreto. Mercuri agrega que la ironía está en que los distribuidores podían revelar sus secretos comerciales y aún así estos estarían protegidos por patentes o derechos de autor, como por ejemplo, en el caso de una nueva droga. Pero eso sólo funcionaría si todos los distribuidores en esta nueva industria ferozmente competitiva lo acordaran así. De otro modo, los truhanes podían aprovecharse y sacar ventaja.
Los desafortunados comentarios de O'Dell suscitaron interés, finalmente, en los principales periódicos que durante meses habían ignorado los hallazgos en línea de Harris. Las declaraciones y las contribuciones de Diebold crearon, como mínimo, la apariencia de un conflicto de intereses.
Pero si bien O'Dell era culpable de tener mal juicio, nadie podía acusarlo de ser un delincuente. Andy Stephenson, colega de Harris, no tardó en comprobar sobre la base de los memos, que no podía decirse lo mismo de todos los que habían trabajado para Diebold Election Systems y de la compañía que Diebold había adquirido en 2002, GES con sede en Texas.
Un director de GES, Michael K. Graye, fue arrestado en 1996 en Canadá por fraude fiscal y lavado de dinero que involucraban la suma de 18 millones de dólares. Antes de que fuera sentenciado, fue indiciado en Estados Unidos por fraude bursátil. Pasó de una prisión a otra en Nueva York y Ontario durante 18 meses, antes de ser hallado culpable en abril de 2003 de los cargos de fraude fiscal en Canadá.
Luego de que Graye abandonó GES, la compañía operó sin ninguna mancha por un tiempo. Pero extrañamente, en 2000, GES contrató a Jeffrey Dean como vicepresidente senior, según documentos de la SEC, a pesar de que había cumplido condena por 23 delitos de malversación de fondos que involucraron, tal como lo cita un documento del tribunal, "un alto grado de sofisticación y planificación en el uso y alteración de registros en el sistema de contabilidad computarizado que el acusado le llevaba a su víctima" en una firma legal. Dean había sido liberado de prisión en Vancouver en 1995 con 87 dólares en su cuenta de presidiario y con una deuda de 385 mil 227 dólares con las víctimas de su malversación. Sin embargo, él y su esposa se convirtieron rápidamente en ejecutivos de Spectrum Print y Mail Services Ltd., una compañía que imprimía boletas de votación entre otras cosas. Spectrum fue vendida a GES en septiembre de 2000 por 1.6 millones de dólares y acciones. De acuerdo con los memos y mensajes electrónicos de Harris, uno de los campos de responsabilidad de Dean era el Condado de King, Washington ¿Era el mismo Condado de King que era famoso por su fantástica "finta" según el ingeniero Ken Clark de Diebold? Era casi seguro, dado que este era el único Condado de King servido por máquinas Diebold.
"Ahora, imaginen que sólo hubiese 20 personas en Vancouver. Si GES quisiera limpiar su reputación, ¿por qué contratar a otro personaje oscuro y después a su amigo John Elder? En este punto, me perdí", señala Harris.
Harris supo que Elder es un convicto por tráfico de cocaína quien pasó casi cinco años en la misma prisión donde Dean estuvo encarcelado. No mucho tiempos después de que Dean se uniera a GES, su ex compinche subió a bordo para supervisar la impresión de las boletas de votación y tarjetas perforadas producidas para varios estados. Con la adquisición de GES por parte de Diebold a principios de 2002, Dean se convirtió en asesor. David Bear de Diebold observa que las actividades criminales de Dean eran previas a la era de Diebold y que Dean ya no es asesor de la empresa. Pero Elder permanece en Diebold como gerente de la división de productos impresos de la compañía. "Todo lo que tiene que ver con la impresión de boletas de votación está bajo supervisión", señala Bear.
Mientras Harris absorbía todo esto, uno de los técnicos a quienes Diebold había contratado en Georgia durante el verano de 2002 llamó a Harris. Él tenía su propia versión de lo que había ocurrido allí.
Rob Behler trabajó como subcontratista en las máquinas de Diebold por aproximadamente 30 días, antes de que "una diferencia de opinión" con el gerente de proyecto terminara en su despido. Quizá por eso, tal como lo señalaba el profesor Brit Williams, era un empleado malhumorado. Y, de acuerdo con la versión que Behler dio a Vanity Fair, casi todo lo que dijo entra en conflicto con la historia de Williams, comenzando por el comentario sobre "un parche" (¿Acaso este hombre era el Rob del rótulo "robgeorgia"? Según Harris, el archivo revela que Behler llegó antes).
"Es muy sencillo, Brit Williams no trabajó para Diebold, por ello no tiene idea de qué parches colocó o no colocó Diebold", señala Behler. "Trabajé para Diebold y no busqué la aprobación de Brit para nada porque se me dijo que debía evitarlo, punto".
Behler explica que Williams estaba haciendo "pruebas de aceptación" a las miles de máquinas que llegaban a varios condados de Georgia. El trabajo de Behler consistía en actualizar las máquinas, luego inicializarlas y asegurarse de que pasaran las pruebas. "Y así fue", señala.
"Tenían montones y montones de máquinas sobre paletas que habían fallado, se habían volado. Me dirigí al almacén del condado de DeKalb, uno de los más grandes, con Greg Loe, quien era el segundo al mando, después de Bob Urosevich (presidente de Diebold Election Systems), porque deseba ver las máquinas. Le expliqué: "No espere mucho, están dañadas hombre. Hacen cosas locas y no hacen la misma locura dos veces". De acuerdo con Behler, aproximadamente 25% de las máquinas fallaban.
Behler indicó que en la dirección de la compañía había ensamblado dos equipos "SWAT" de cinco o seis personas para que se trasladaran en camionetas vans a varios almacenes en los condados y depuraran y actualizaran las máquinas antes de que Williams y su equipo llegaran a ellas. "A donde quiera que iban, llegábamos antes y tratábamos de reducir el índice de errores a niveles más aceptables".
Incluso con este frenesí de reparaciones y actualizaciones, la tasa de error era de aproximadamente 15% según Behler. "Y esto era lo más espeluznante: se probaban las máquinas y funcionaban bien, después las apagábamos y las volvíamos a prender y los errores reaparecían". Cuando no podían reparar una máquina, recuerda Behler, su equipo SWAT la sacaba del almacén y la subía a la camioneta. "Cambiábamos esa máquina, los códigos de barra y la reemplazábamos por otra máquina que pensábamos que funcionaba".
Behler subraya que ninguno de estos esfuerzos frenéticos estaba directamente dirigido a manipular las elecciones en ciernes. "Todo estaba orientado a hacer todo lo posible con estas máquinas para que Diebold obtuviera los contratos". Aún así, como resultado de esos cambios, ni una sola de las 22 mil máquinas en las que Diebold colocó parches en Georgia fue evaluada por Wyle y Ciber, o calificada por la NASED para ser utilizada en las elecciones de noviembre de 2002.
"Behler era un trabajador contratado y se le suspendió el contrato antes de las elecciones, de modo que algunas de las cosas que está diciendo ocurrieron en momentos en que él ni siquiera estaba cerca", señala David Bear de Diebold. "El estado estaba feliz con las elecciones y nunca ha habido allí una acusación de manipulación de los votos".
Quizá los esfuerzos loco de Diebold para reparar las máquinas funcionaron. El día de las elecciones, sólo un puñado de las máquinas se congelaron, observa Brit Williams, y un vocero de Diebold precisa que fueron menos de 100. Se observaron muy pocas fallas. Pero a Harris le parecía que el resultado era extraño. Aparte de la derrota sorpresiva de Cleland ese noviembre, el gobernador demócrata Roy Barnes perdió ante su rival republicano Sonny Perdue: la primera vez en 134 años que un republicano ganaba la gobernación allí. Una encuesta publicada en el Atlanta Journal-Constitution había revelado que Barnes le llevaba una ventaja de 11 puntos a Perdue dos días antes de las elecciones. "La gente que estaba en Georgia no estaba sorprendida" señala Williams. "Los mismos candidatos no cuestionaron los resultados".
Poco después de la certificación de los resultados del voto, Diebold limpió las máquinas que se utilizaron para la totalización. Williams explica que una nueva versión del software, que "incorporaba lecciones aprendidas" fue instalada como un procedimiento de rutina. Pero si alguien habían alterado los resultados de las elecciones, las evidencias habían desaparecido.
Bob Urosevich de Diebold se ofende con la mera sospecha de que algún distribuidor haya podido manipular los resultados. "Lo único que hace el distribuidor es suministrar el hardware, lo cual es parte de un proceso mucho más amplio desde el registro de los electores, pasando por dar acceso al voto a los minusválidos y hasta el conteo y reconteo", declara. "Las personas individualmente no dirigen elecciones, lo hacen los funcionarios electorales".
"Hasta donde sabemos, no ha habido un sistema de votación electrónica que no haya registrado los votos. Y las auditorías y bitácoras comprueban una precisión de 100% con respecto a la intención del voto".
Los tres rivales principales de Diebold no hablan tan ardientemente sobre su propia integridad, la infalible fiabilidad y seguridad blindada de sus propias máquinas. Pero lo que está dentro de sus máquinas sigue siendo, como en el caso de Diebold, un montón de secretos muy bien guardados. Pero Harris no sólo tenía dudas sobre Diebold, sino también sobre los vínculos de propiedad de dos de las tres compañías.
Election Systems & Software, la compañía con sede en Nebraska cuyas pantallas digitales totalizaron los resultados de las recientes elecciones de Broward-Palm Beach en las que no se contabilizaron 134 votos, es el retoño de una pequeña compañía que se inició como American Information Systems (AIS). Hace una década, el presidente de AIS, era Chuck Hagel de Nebraska, quien renunció a ese puesto en 1995 para lanzarse al senado de Estados Unidos. En su sorprendente victoria, una de las mayores decepciones del condado en 1996, muchos de los votos del estado fueron contados por máquinas de escaneo óptico de AIS. Durante su primer período, Hagel conservó una inversión indirecta de al menos 1 millón de dólares en AIS: su inversión estaba en McCarthy Group, Inc. el cual era propietario de una porción de AIS. Hoy, AIS se ha transformado en ES&S, pero McCarthy Group sigue siendo propietario minoritario y Hagel todavía tiene su participación en McCarthy Group. El presidente Michael McCarthy también fue tesorero de Hagel en su campaña de reelección de 2002, lo que planteaba la siguiente pregunta: ¿Es correcto que el tesorero de la campaña de un senador sea propietario de una participación accionaria significativa en una compañía privada de máquinas de votación?
Diebold juega rudo a las ventas, pero ES&S parece jugar aún más rudo. "No entiendo cómo con la historial de desempeño que ellos tienen -un historial dudoso- pueden seguir ganando grandes contratos", señala un ejecutivo de una compañía rival. "Probablemente no sean la opción técnica, pero juegan bien a la política" El vocero de ES&E, Ken Fields, responde que una encuesta sobre un universo de 700 clientes el año pasado reveló que 94% estaban "satisfechos o muy satisfechos" con los equipos de la compañía.
Una de las estrategias que ES&S ha empleado, al menos una vez, es ofrecer comisiones de ventas a ex funcionarios electorales. En Florida, se comprobó que Sandra Mortham, secretaria de estado antes de la infame Katherin Harris, aceptó comisiones de ES&S por ventas de máquinas en todo el estado, un conflicto potencial de intereses porque Mortham también fue cabildera de la Asociación de Condados de Florida.
También se ofrecieron y se aceptaron empleos, aunque no existe ninguna evidencia de malversaciones en esos cargos. En el otoño de 2002, Lou Dedier, director de los sistemas de votación de California, saltó del barco para encargarse de las operaciones de ES&S California. Su trabajo en el gobierno, que implicaba decidir si las máquinas de votación cumplían o no con los estándares del estado, le había dado acceso a secretos comerciales de sus rivales, una información muy útil para su nuevo empleo. The Sacramento Bee hizo un llamado al Secretario de estado, Bill Jones, para que se investigara a Dedier.
Jones prometió encargarse del asunto, pero él mismo aceptó un empleo el otoño pasado en Sequoia Voting Systems, con sede en Oakland, California, hoy propiedad de la firma británica De La Rue PLC. Como secretario de estado, Jones habían patrocinado una exitosa operación que logró recaudar 200 millones de dólares para que los condados de California adquirieran máquinas DRE. De acuerdo con Los Angeles Times, la campaña fue respaldada casi completamente con 100 mil dólares de Sequoia y 50 mil dólares de ES&S. La nueva función de Jones, explicó su director de comunicaciones Alfie Carles al Times, es "ofrecer asesoría a los funcionarios electorales".
Ahora, Charles quien hasta no hace mucho ocupaba un puesto en el panel que le recomendó a Jones los sistemas de votación que cumplían con los estándares del estado, se unió a Sequoia como vicepresidente de desarrollo de negocios. Charles sigue manejando muchas de las preguntas de los medios, tal como lo hizo en el gobierno estadal, de modo que es quien responde la pregunta obvia: ¿Qué estaba haciendo el representante de ventas Phil Foster cuando entregó sobres llenos de efectivo en cinco ocasiones al empresario Pasquale Ricci, quien a su vez los pasó a Jerry Fowler, comisionado electoral?
Foster nunca ha explicado públicamente su participación en el escándalo que lo llevó a la cárcel por tomar millones de dólares en comisiones a cambio de las máquinas que adquirió Louisiana, así como piezas con precios inflados. Es así porque testificó ante un gran jurado en 2001 amparado por una orden de inmunidad. Pero Foster tiene un cuñado, J. David Philpot, quien suministró importantes detalles en su declaración de culpabilidad por un cargo de conspiración para cometer soborno público. Philpot confirma que Foster trabajaba para Sequoia y que a través de su influencia, Philpot fue designado como su "agente exclusivo" para la venta de las máquinas de votación de Sequoia en Louisiana. De hecho, esta designación era una mampara. Philpot deseaba vender máquinas de su propia compañía, Election Services Inc., y hacer que el estado se las comprara exclusivamente a él. Pero tuvo que sortear una ley que establece que el estado debe llamar a licitación a todos los distribuidores. La designación de Philpot como agente exclusivo de Sequoia le dio la cobertura para hacerlo. Fowler estaba feliz de pasarle el negocio de las máquinas de votación de palanca del estado a Philpot, mientras que con ello aparentaba cumplir con la ley de licitaciones del estado, siempre y cuando Philpot estuviera dispuesto a pagarle por el favor. Philpot lo hizo enviando a Foster en cinco ocasiones a colocar un sobre con entre 20 mil y 40 mil dólares en la gaveta del escritorio de Pasquale Ricci, quien hizo negocios con Philpot y con Fowler. Fowler, en sus propia declaración, admitió haber recuperado los sobres de la gaveta de Ricci.
"Foster nunca transfirió efectivo a nadie sabiendo lo que hacía", señala su abogado Karl Koch. "Jamás participó en ninguna actividad criminal".
"El efectivo no era para adquirir máquinas de Sequoia, hasta donde sé", señala Charles. "El único tema que se planteó fue si estaban involucrados individuos que estaban vendiendo partes de los equipos de Sequoia ... Foster no sólo no fue hallado culpable, sino que además el caso fue sacado de la corte y está en proceso de ser sacado de los registros". Efectivamente, Foster sigue siendo empleado de Sequoia hasta la fecha.
Si tanto ES&S como Sequoia tienen sus pequeños escándalos, y Diebold tiene lo suyo en Georgia, Hart InterCivic, el cuarto y más pequeño corporativamente de los distribuidores de máquinas DRE, luce muy pulcro si se le compara. Ninguna elección se ha vuelto un caos a causa de las máquinas de Hart InterCivic. Pero la compañía, con sede en Austin, Texas, tiene un promotor republicano muy rico. El inversionistas tejano Tom Hicks de Stratford Capital Partners.
A través de su principal compañía de inversiones, Hicks, Muse, Tate & Furst, Tom Hicks orquestó la compra en 1998 de los Ranger de Texas en manos de George W. Bush y sus socios, lo que colocó 14,9 millones de dólares en el bolsillo del actual presidente. Desde 1999, Hicks ha aportado personalmente más de 125 mil dólares a Bush y a las causas republicanas, mientras que inviertía fuertemente en Clear Channel Communications, el nuevo y floreciente actor de las ondas hertzianas que domina 238 de los 286 mercados de radio más importantes de Estados Unidos y que, según su reputación, está saneando su nómina.
"No debería importar si soy demócrata o republicano, porque mis equipos no son ni demócratas ni republicanos", señala Bill Stotesbery, vicepresidente de mercadeo de Hart InterCivic. Pero cuando los equipos son secretos y la compañía privada que los fabrica tiene un fiador que hace contribuciones de seis cifras a un partido político, entonces sí importa.
Para Diebold, el experimento de Georgia generó otra venta en un estado completo, Maryland, pero no sin que esto despertara el escrutinio público.
En julio pasado, mientras Maryland firmaba contratos para pagar 55 millones de dólares a Diebold, algunos expertos en ciencias de la computación en la Universidad de Johns Hopkins declararon que habían penetrado los archivos de programas de Diebold que Bev Harris había bajado del sitio FTP de la compañía. El investigador principal Aviel D. Rubin encontró "increíbles" huecos de seguridad en el sistema. Cuando Doug Jones, un experto reconocido a nivel nacional en seguridad informática en la Universidad de Iowa, leyó el informe de Johns Hopkins, quedó aún más sorprendido. Seis años antes, le había indicado a Diebold que debía cerrar la más peligrosa de esas grietas.
En una reunión en 1997 de la junta de examinadores de Iowa para considerar las DRE, recuerda Jones, había notado con preocupación que Diebold estaba utilizando un sistema de encriptamiento aprobado a nivel federal llamado DES. "Piensen en el DES como si fuera la llave de una puerta", explica Jones. "Todo el que quiera utilizar mi puerta necesita una copia de la misma llave. Es lo mismo que la administración de clave". Otras puertas distintas necesitarían sus propias llaves. Pero no Diebold. "Diebold estaba utilizando la misma clave para cada bit de código encriptado. En otras palabras, la llave de la puerta de mi oficina estaba siendo utilizada para abrir todas las puertas de la universidad".
Jones recuerda que Bob Urosevich y otros representantes de Diebold parecían confundidos por sus preguntas. ("Quizá Jones no había planteado la pregunta claramente", señala David Bear de Diebold). "Urosevich me pasó su teléfono celular y dijo, 'Estoy llamado a mis muchachos de tecnología' ... Los de tecnología me preguntaron qué quería decir con administración de clave y les respondí que deberían estar familiarizados con el término si acaso entendían algo de criptografía y que había que darle una clave a todos los usuarios. Urosevich señaló: "Creo que usted no entiende; hay una sola clave". "Fue por esta razón que cuando descubrí en el informe que Avi Rubin et al. que esta falla seguía presente en el sistema y que además Diebold la estaba defendiendo, inmediatamente hice un llamado a que se decertificara el sistema en Iowa", señala Jones.
Bear de Diebold subraya que el informe de Johns Hopkins comienza con suposiciones erradas y por ello llega a conclusiones erradas. "Rubin indicó que tenía el código fuente. De hecho, tenía una porción del código desactualizado", señala Bear. Más aún, agrega, Rubin asumió que era posible conectarse a las máquinas de los centro de votación de Diebold por la Internet y por ello eran terriblemente vulnerables. Bear señala que esto es falso. "Cada una de las máquinas es independiente".
Rubin replica: "Nosotros decimos que si estas máquinas están conectadas, entonces este tipo de ataques es posible. Si no, entonces eso no es relevante". Bear asegura que Rubin probó sus teorías en una situación mucho menos que real. "El proceso eleccionario no es simplemente una pieza de un equipo. Son miles de funcionarios electorales en todo el país, así como voluntarios", señala Bear. El punto de Bear es que la presencia de supervisores, tanto en los centros de votación como en la sede del condado a donde se envían los resultados, crea mecanismos de control y equilibrio contra cualquier brecha de seguridad en las mismas máquinas. "El hecho de tener instalado un buen backup no justifica tener máquinas inseguras", replica Rubin.
Hasta ahora, la cantidad de expertos independientes en ciencias de la computación que coinciden con Bear es de cero, al menos a juzgar por sus comentarios públicos. La cantidad de expertos que se sienten muy preocupados por la seguridad de las DRE es de más de mil 600. Es por ello que muchos tecnólogos profesionales han firmado la Resolución sobre Votación Electrónica redactada por el profesor David Dill de Stanford y divulgada en su sitio Web, verifiedvoting,org. "Tenemos a los autores de los libros más leídos en seguridad informática, numerosos expertos de las principales universidades, además de administradores de sistemas", señala Dill. "Y por último, tenemos más de 200 doctores en ciencias de la computación".
Luego de muchas protestas por parte de Diebold en cuanto a que el estudio de Johns Hopkins es improcedente porque sus autores se basaron en los archivos de programas bajados por Harris, el estado de Maryland encargó la elaboración de su propio informe sobre el sistema de Diebold a SAIC (Science Applications International Corporation) con sede en California. Para este informe, Diebold presentó el código fuente de sus pantallas sensitivas. Pero el resultado final del estudio fue el mismo: los sistemas de Diebold tenían "varias vulnerabilidades de alto riego" que podían afectar la precisión de los resultados electorales.
Maryland le pidió a Diebold cerrar esas brechas. Al mismo tiempo, para sorpresa de muchos políticos del estado de ambos partidos, anunció que avanzaría en sus planes para adquirir máquinas Diebold por un total de 55 millones de dólares. Obligado por las críticas que esto generó, el estado de Maryland contrató recientemente a una serie de expertos en computación para que trataran de vulnerar las máquinas de Diebold. Los expertos lo lograron con una facilidad pasmosa y procedieron a cambiar el conteo de los votos tanto directamente, en las máquinas presentes, como remotamente con la ayuda de un módem. David Bear de Diebold señala: "Están diciendo de buenas a primera que alguien puede entrar sin ser detectado, apartar la máquina, convertir una tarjeta de elector en una tarjeta de supervisor, y cambiar los totales. Este no es un escenario realista".
Asegura que los problemas con el software ya se resolvieron. Lo que no dice es que ninguna de esas fallas se habría atendido si Bev Harris no hubiese bajado los archivos de programas en los que Johns Hopkins, Rubin y otros identificaron estas tremendas brechas de seguridad.
Otros estados también están avanzando en este sentido. El estudio de Ohio de los cuatro distribuidores principales citó los mismos riesgos de seguridad señalados por Maryland. Sin embargo, Ohio ya había instruido a sus condados para que compraran las máquinas. Hasta ahora 40 de ellos han escogido a Diebold, 11 a ES&S, 7 a Hart InterCivic y 4 a Sequoia. En Arizona, Diebold ha captado 12 condados contra 3 de ES&& (aunque debido a las densidades relativas de la población, las máquinas de ES&S podrían contar más votos). Nevada prefirió a Sequoia. En California, el condado de San Diego firmó la compra de 10 mil máquinas Diebold, mientras que los condado de San Bernardino y Orange se apresuran a instalar sus máquinas Sequoia y Hart InterCivic respectivamente, todo ello antes de las primarias de California a celebrarse el 2 de marzo.
En medio de todo este apuro, Rush Holt (representante demócrata por Nueva Jersey) y la senadora Hillary Clinton (demócrata por Nueva York) han presentado proyectos de ley en sus respetivas cámaras para que se agregue "un rastro de papel" a todas las máquinas de votación electrónicas de pantalla sensible. Cada elector recibiría un recibo de papel de su voto, lo revisaría para asegurarse que refleja su intención de voto y luego lo colocaría en un urna sellada. Si el número de votos de diferentes centros electorales de un condado no coincide con los totales del condado, sería posible realizar un reconteo manual de las papeletas. Hasta ahora, 106 demócratas, y apenas 8 republicanos, han firmado el proyecto de ley. Pero Holt tendrá que sacar su proyecto de ley de un comité regido por el congresista Robert Ney, un republicano oriundo de Ohio, el estado hogar de Diebold.
Independientemente de lo que el congreso haga, California ha solicitado que cada máquina DRE genere un registro impreso del voto para el 2006 ¿Y por qué no para el 2004? Eso no está muy claro. Pero lo mismo ocurre, al menos así lo creen los funcionarios electorales de algunos estados, con las papeletas. "Imaginen nuestra boleta de votación con 18 pulgadas a ambos lados en tres idiomas", sugiere Elaine Ginnold, registradora asistente de votos en el Condado de Alameda, California. "Y digamos que tiene que ser absolutamente segura, una papeleta estampada por la impresora del DRE, de modo que los electores puedan verificar. Ahora, imaginen que la impresora se atasca o se queda sin toner o sin tinta. En mi opinión eso sería peor que lo que tenemos ahora".
Luego, está el asunto de los costos ¿Pagará Diebold por esta mejoría en la prestación de su servicio? En uno de los memos de Diebold filtrados a Harris, Ken Clark se expresa enfurecidamente porque todo el debate sobre las papeletas se están divulgando en la prensa. "Hay un punto importante que parecen perder de vista todos estos artículos: ellos ya compraron el sistema". En su declaración dio a entender que incluir la impresión de papeletas después de la venta sería costosamente prohibitivo. Sien embargo, David Bear de Diebold señaló: "Nadie habla en nombre de nuestra compañía. Si nuestros clientes piden papeletas, se las daremos".
Bev Harris, entre otros, siente que estas papeletas son apenas el principio. Mantener las boletas de votación en una caja de seguridad no resolvería nada si un hacker logra fácilmente que una DRE le quite un pequeño porcentaje de votos a un candidato y se lo coloque a otro sin cambiar el número total de votos consignados ¿Quién podría saber que un resultado de 52-48 debería haber sido de 48-52? Así que nadie pediría un reconteo de las papeletas.
Harris cree que en el fondo el problema no sólo es de naturaleza tecnológica, ya que podría resolverse con un código de encriptamiento superior o con la adición de una impresora. El problema radica en que todo el sistema de votación debe ser auditado, como cualquier conjunto de libros contables de una empresa, o las máquinas tragaperras de los casinos. "Lo primero que debemos hacer es obtener información sólida de auditores experimentados en la detección de fraudes", opina Harris. "Cuando se trata de establecer una auditoría efectiva para estos sistemas, la experiencia de los contadores de Las Vegas sería más útil que la de los expertos en ciencias de la computación de Princeton".
El Dr. Brit Williams subraya que además hay fechas topes para comprar las máquinas. "Pero lo otro es que las elecciones son procesos que se dan constantemente. No podemos darnos el lujo de suspenderlas mientras desarrollamos nuevos sistemas. Prácticamente, tenemos que comenzar con lo que tenemos y mejorarlo de una elección a otra". Agrega que desde noviembre de 2002, Georgia ha celebrado 300 elecciones con sus máquinas Diebold. "Y no hemos tenido problemas".
O ninguno que él sepa, dado que las máquinas no generan recibos que registren el voto.
David Dill, detractor de las DRE, señala que Williams tiene razón en cierto sentido: un estado que, como Georgia, ya compró sus máquinas electrónicas, no puede hacer nada más que esperar que todo salga bien y que haya mejoras para el futuro. A cualquier estado que aún esté considerando la compra, Dill le recomienda optar por las máquinas de escaneo óptico. Estas también son electrónicas, pero utilizan boletas electorales.
El ex presidente del Partido Democrata, Joe Andrew, no está de acuerdo con esto. Andrew es una especie de anomalía: un demócrata que defiende fervientemente las máquinas de votación de pantalla sensible y que quisiera que hubiese más en los centros de votación. Andrew, actualmente socio de un bufete en Washington, opina que a pesar de todos los problemas y controversias las DRE tienen un margen de error mucho más bajo que cualquier otro tipo de máquina de votación. "En las elecciones presidenciales de 2000, aproximadamente 7% de las boletas de votación en Florida no fueron contadas correctamente", señala esgrimiendo cifras de un estudio publicado por la Comisión de Derechos Civiles de Estados Unidos. "Las escáner ópticas tenían un índice de error de aproximadamente 6%, mientras que la tasa de error del sistema con tarjetas perforadas era de aproximadamente 4% y el de las máquinas de palanca de 1%. Pero las máquinas de pantalla sensible en Florida tuvieron un índice de error de apenas 0.5-1%. Y recuerden que en el estado donde se decidieron las elecciones, George W. Bush ganó por apenas 537 votos de 6 millones consignados".
Para Andrew, es una lástima que la HAVA haya llegado tan tarde para reemplazar las máquinas de boletas de votación en una cantidad suficientemente significativa para la elección de noviembre de 2004 y que los demócratas pudieran perder nuevamente las elecciones por confusiones y errores de votación creados por el viejo sistema, no el nuevo.
En el otoño pasado, cuando los memos de Diebold circulaban libremente en línea, la compañía finalmente contraatacó. Sus abogados comenzaron a enviar decisiones legales que obligan a desistir a todo aquel que colocara los memos en línea, comenzando por Harris e incluyendo a los estudiantes de Swarthmore College. La administración de esta institución eliminó los memos de su sitio Web. Luego, salió en defensa de sus estudiantes. Cuando Diebold sintió que había perdido su causa en el campo de la opinión pública, cedió.
Ahora, Harris tiene planes de llevar a Diebold ante los tribunales, con el propósito de lograr que se le prohíba a la compañía vender o distribuir cualquier software que no esté adecuadamente certificado. Desde el principio, Harris ha sido un personaje difícil de encasillar: una periodista sin entrenamiento ni experiencia sumida en una historia nacional hasta ahora ignorada por todos los grandes periódicos sobre el planeta y profundizando más y más en hallazgos exclusivos, tubazos que le habrían abierto las puertas de The New York Times o The Washington Post. Sin embargo, decide publicar bajo su propio sello porque asume que ninguna editorial importante la tomaría en serio. Y ahora, como siente que aún hay mucho por hacer y no le importa para nada que la encasillen, se ha convertido además en una activista por los derechos civiles. "Esa es su personalidad" señala su hija, Erika Hayasaki, de 25 años y reportera de Los Angeles Times. "Es una mujer muy decidida y enérgica, de modo que cuando algo llama su atención, simplemente avanza, avanza y avanza".
Si su litigio procede, y da pie a uno aún mayor, Harris podría evitar que las máquinas Diebold cuenten los votos en las próximas elecciones presidenciales. Pero hay muchas dudas de que resulte, no sólo por razones legales sino también financieras. Desde julio pasado, Harris ha puesto de lado todo el trabajo que le genera ingresos para dedicarse a escribir su libro. A finales del otoño, ella y su esposo habían agotado sus ahorros y ya no podían ni siquiera costear la reparación de su sistema de calefacción. En su casa fría, Harris se sentaba frente a su computadora envuelta en una manta eléctrica.
Doug Lewis de Election Center señala que una nueva agencia federal, la Election Assistance Comisión, finalmente se está encargando de la supervisión de las máquinas DRE con ayuda del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología, una división del Departamento de Comercio. "No tenemos nada más que hacer con este asunto", señaló claramente aliviado. Este es precisamente el tipo de supervisión federal que exige la HAVA. Desafortunadamente, llega un poco tarde para los condados de todo el país que gastaron cientos de millones de dólares en comprar máquinas DRE.
Con suerte, quizá, las DRE contarán millones de votos en noviembre con zumbante eficiencia electrónica, y las fallas y pantallas congeladas serán historia del pasado. Estados Unidos vencerá sus temores hacia las DRE y la tabulación de las elecciones futuras será tan fluida como usar un telecajero.
Esto es lo que realmente le preocupa a Doug Jones. "Si yo fuera un pillo con la intención de robarme unas elecciones, no me las robaría utilizando una tecnología que en ese momento fuese controversial. No me interesaría en una tecnología que fuese utilizada por apenas 5% de los electores. Esperaría hasta que esa tecnología fuese utilizada por 65-80% de los votantes y hasta que haya dejado de ser controversial, hasta que esté tan profundamente arraigada entre los electores que todos sientan que es la única opción. Sólo entonces, avanzaría y me robaría la elección", señala este experto en seguridad informática de Iowa. "Y si fuese lo suficientemente hábil, usaría un sistema sin papeletas. No dejaría ni un solo rastro".
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